viernes, 10 de diciembre de 2010

Los talleres y los Adolescentes en la Actualidad

La escritora zarateña participó de un Concurso Nacional realizado en la ciudad de Mercedes, Corrientes, en el cual obtuvo el “primer premio”. Mario Ramondi, su compañero de talleres, obtuvo el segundo premio; y Magalí Güidi, una adolescente zarateña, obtuvo el primer premio en categoría juveniles. “Yo viajé sola, y traje los premios de todos, fui con maleta vacía y volví con una gran alegría”, comentó la escritora.
Cristina Aráoz habló también acerca de su reciente viaje a Mar del Plata en donde presentó su última novela, “Ave Nocturna”. Se trató de la Feria del Libro desarrollada en La Ciudad Feliz en la bodega del Teatro Auditorium, en la cual estuvieron presentes literatos de todas las asociaciones de escritores marplatenses.
“Es una ciudad muy grande y hay muchas agrupaciones como la Asociación de Poetas, Poetas Marplatenses y ADEA, que fue la asociación que me presentó a mí. En cada una de las presentaciones estuvieron presentes mis colegas y amigos de una y otra institución, por eso fue muy lindo para mi persona”, dijo Aráoz al respecto.
La nueva novela es de suspenso y en su argumento se desenvuelven tramas de política y amor, entre otros temas, cuya protagonista es una psicóloga que investiga un crimen sucedido hace 25 años atrás. Acerca de la Feria, comentó que la experiencia le resultó gratificante ya que mucha gente le demostró interés por la novela, señalando curiosidad también sobre la literatura zarateña.
La escritora fue consultada acerca de la escritura en las adolescentes de la actualidad. “Yo soy profesora de un 3er año de Polimodal y siento que realmente los chicos ahora no leen nada y escriben poco, pero siempre hay excepciones”, opinó.
Cristina Aráoz explicó que en los talleres de escritura “no se enseña a escribir, sino que se aprende a corregir errores por sugerencias que a veces dan los mismos talleristas” por eso es muy importante que los jóvenes interesados en escribir, conozcan estas actividades que tanto ayudan al escritor.
Los talleres son todos gratuitos y la SADE ofrece tres: dos que funcionan en la sede, y otro que funciona en la Casa de los Italianos. La dirección es Rivadavia 1128 y los horarios están en la puerta aunque las actividades comenzarán en marzo. Los zarateños de todas las edades están invitados a participar.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

DIPLOMA DE HONOR




El Centro Cultural
Rosalía de Castro ROAC
2045
En su Certamen Literario Internacional 2010
Otorga a:
Cristina Aráoz
Diploma de Honor
Por haber obtenido Mención
Con el cuento breve: El Dato
En el concurso Homenaje Al:
Escritor Gallego:
Uxío Novoneyra.

El dato
Ahora creo que hasta él se ha enterado. Fue el miércoles por la
noche, alrededor de las once, cuando quiso hacer funcionar su vieja
máquina de escribir ( no le caían nada bien las computadoras, le
costaba acostumbrarse a los adelantos de este tiempo), y no lo logró
entonces intentó tomar el olvidado café, que ya casi frío, se asentaba
en el pocillo de porcelana sobre la mesa, pero no lo hizo, quería
encender el penúltimo cigarrillo y aspirar el humo, tampoco llevó a
cabo esta acción, acarició a Fermín, su incondicional gato, que no
movió un solo músculo, ni erizó su pelaje, ignorando la caricia.

Intentó ponerse el gastado impermeable azul y luego cambió de idea,
salió despacio a beberse esa gris nocturnal llovizna, del agonizante
último día, de un macabro y agotador febrero.

En la esquina de avenida La Plata y Rivadavia, saludó a Pedro, el
canillita que, distraído, no respondió al “buenas noches” y él se dijo:
“¿Qué le estará pasando a este?” Trató de restar importancia al hecho,
caminó algunas cuadras hacia el este, pensaba ir hasta Once y
balbuceó: “No, pensándolo mejor, me voy un rato al centro, quizás
encuentre algún amigo en el viejo “Tortoni”.

Bajó las escaleras del subte y cuando se acercó a comprar el
cospel, el empleado de la ventanilla lo ignoró, como si no lo viese, él
levantó su tono de voz en el reclamo, comenzaba a enojarse y el otro
inmutable, en ese instante pensó: “Bah, yo cruzo por el costado del
molinete, si el guarda me llega a decir algo, ahí sí que va a tener que
oírme” .

Su asombro no tuvo límites, al realizar su cometido y ver que el empleado
charlaba, animosamente, con alguien, haciendo caso omiso a su intromisión.
Estuvo en el andén unos segundos esperando el subte, ascendió y
rehusó sentarse ya que descendería en la tercera estación; llegó a Congreso y
luego de apearse, mientras subía las escaleras, decidió tomar un café
en El Molino, entró y eligió una mesa disimulada en una de las esquinas de
la confitería el mozo, muy ocupado, parecía no querer atenderlo, lo llamó
con insistencia y nada “¡Ah no! -pensó- esto ya es demasiado”…

Jorge Almada, había llegado a ser uno de los periodistas más
importantes de su tiempo, además de tener una clara posición frente a los
hechos que conmovían a la opinión pública, rastreaba los sucesos más relevantes de Colombia a cubrir una nota sobre un importante Cartel de la droga, donde aparecían allegados al mismo, personajes reconocidos de la política internacional.

Cuando tuvo un espacio de tiempo libre en su tarea, se corrió hasta
la Biblioteca Nacional de Bogotá para leer un rato, pidió la última novela
de ese escritor argentino (el que más le agradaba de los contemporáneos), y
la empleada le indicó que, si conocía los datos de ese autor, buscase en el
fichero, para corroborar que contaban con esa obra.

Al hacerlo, leyó debajo del nombre la fecha de nacimiento:
30/1/63, seguida de la de su muerte: 26/2/99, Casi se desmaya allí mismo,
evidentemente era un error; él había viajado a Colombia ese día y sabía que
Fernando Mirás, estaba vivo, aún muy joven y saludable, es más, justamente
en la tarde de su supuesta muerte, él le había hecho un reportaje en el canal
de cable que trabajaba, antes de viajar a Colombia.



Entonces, se dirigió a las autoridades de la biblioteca para señalarles el
error y se desconcertó aún más, al hablar con el director, porque éste
le dijo que ese día por la tarde habían recibido un e-mail anunciándole la
muerte de Mirás y ellos habían incluido el dato en las fichas computadoras, además de darlo a publicidad a los medios.

Almada se alejó muy perturbado, no podía entender algo andaba muy
mal, se dirigió a una cabina telefónica y llamó al diario, porque
evidentemente tenía que haber un error, pero le confirmaron la fecha de la
muerte, el tubo del teléfono se le cayó de las manos, ¿entonces él a quién
había reporteado si Mirás estaba muerto?…

Como no encontró ningún amigo, caminó un rato por Corrientes y decidió
volver, ya le había tomado el gustito a viajar gratis, así que se mandó
nomás, por el costado del molinete y subió, despreocupadamente al subte, al
llegar a la puerta de su casa, le tiró una patada a un perro vagabundo que
estaba orinando la puerta de la reja y este ni mosqueó, “Cada vez están
más endurecidos estos pobres bichos callejeros” –masculló-.

Le produjo asombro comprobar que había dejado la puerta entreabierta.

En la cocina intentó recalentar el café y no entendió por qué no podía asir
el asa de la cafetera, le sorprendió, también no sentir deseos de orinar,
hacía horas que no lo asaltaba ninguna sensación, muy extrañado dijo:
“Bueno, me voy a dormir, quizás mañana pueda volver a escribir la historia
esa que tengo dándome vueltas por la cabeza, tal vez, se me ocurra darle
un final apropiado y el escritor tenga un doble o realmente sea su fantasma
el que deambula por las calles de Buenos Aires”.









jueves, 2 de diciembre de 2010

IV Concurso de Cuentos Cortos Año 2010

"Carlos Alberto Castellán"

Organizado por el
Honorable Consejo Deliberante
de Mercedes - Pvcia. de Corrientes
2da. Mención en el Certamen.
La Búsqueda
Mi casa quedaba a algo más de cuatro cuadras de la escuela 29, bajando por la calle Avellaneda podía llegar a ella, que estaba ubicada frente a un campito donde, con los pibes, jugábamos a la pelota, a las bolillas a…

Mi caso no era como los otros chicos, bueno, a lo que me refiero es que todos, o casi todos, tenían una madre… También yo debo haberla tenido… Pero doña Juana que me crió desde que era bebé, cuando le preguntaba por aquella, miraba para otro lado y cambiaba de conversación.

No contaba con mi empeño por conocer a quien me dio la vida, y en mi necesidad de encontrarla se basaba mi esperanza, ilusión y búsqueda.

Recuerdo aquella mañana soleada de agosto, en la escuela;cuando llegó la mujer que esperábamos; la vimos por la ventana del aula cuando bajó de su automóvil ¡“Qué suerte, parece más una mamá que una maestra”! No tenía guardapolvo blanco, vestía un pullover rojo de cuello alto, vaquero oscuro y botas negras. Creo que era bonita.

La señora directora la presentó:

_ Alumnos, esta señora es escritora y viene para darles un taller de escritura, espero que
hagan quedar bien a la escuela, comportándose lo mejor posible, ahora los dejo con Cristina.

Nosotros nos miramos sin entender demasiado, pero ella nos tranquilizó preguntándonos:
_ ¿Ustedes saben que es un taller?
Casi nadie se animaba a responder hasta que Luis dijo de mala gana.
_ No,señora, no sabemos. _ ¡No puedo creerlo! En este barrio ¿No hay talleres de ningún tipo?
_ Sí hay un taller mecánico y otro de chapa y pintura….
_Bueno, eso preguntaba.
_ ¡Claro de esos hay!, pero no son talleres de los que dicen que usted va a dar.
_ En realidad lo que quiero saber es si ustedes conocen con qué se trabaja en ese taller.
_ ¡Bah señora! ¿Nos va a decir que usted no sabe? con herramientas, sopletes,
mazas, martillos… ¿Con que otra cosa van a trabajar?
_ Ahí quería llega, en un taller mecánico o de chapa y pintura se trabaja con
herramientas adecuadas, en un taller literario donde se lee y escribe
¿Qué herramientas se necesitarán?
En ese momento levanté la mano y contesté preguntando con temor para no
“meter la pata”
_¿Con libro, lápiz, cuadernos…?
_ ¡Exactamente! esos son los instrumentos que vamos a utilizar, además
de música, fotos, flores…

La señora nos había caído muy bien, se sentaba en el escritorio o en el
suelo, permitiéndonos a nosotros que lo hiciéramos también ; venía
una vez por semana y la esperábamos entusiasmados, más aún
porque ella nos contó que este trabajo lo hacía voluntariamente
sin que nadie le pagara por él.
¡Qué bueno debe ser poder hacer lo que a uno le gusta,
aun sin obtener recompensa material por eso!

El martes siguiente, llegó, con su sonrisa de siempre y un ramo
de flores en las manos, entonces, comenzó a hablarnos de
los sentidos: El tacto, el olfato, la vista… nos repartió una
flor a cada uno y nos dijo que la oliéramos, acariciándola y que
observásemos sus colores y luego escribiéramos lo que
habíamos sentido.
A mi me tocó una rosa roja, salpicadita de puntitos blancos,
muy suave y con un perfume riquísimo. Hice mi tarea y
ella me dijo que estaba ¡muy bien! esto me alegró.

Otro día, trajo fotografías de familia, en algunas, había chicos
con sus padres, en otras, abuelos, una nena con un gato…
esa vez propuso que en la tarea el tema fuera:

“La familia” o sobre alguna mascota que tuviésemos.
Lo pensé un rato y luego me asaltó, otra vez el deseo de
conocer a mi madre, sentí como un calor que me subía
por la cara y, casi enojado, le dije:

_ Sabe señora, me gustaría escribir sobre mi madre,
el color de sus ojos, de su pelo, la tibieza de sus manos…
Pero cómo puedo hacerlo si no la conozco, si me dejó
con doña Juana cuando era muy chiquito…
Por eso se me borró de los recuerdos. Le pregunté a Don Pedro
(el marido de la doña) y me dijo que había muerto
hacía varios años. Quise ir al cementerio y nunca me llevaron…

¿Usted la conoció? pregunté tratando de frenar las lágrimas que
intentaban escapárseme (“los hombres no lloran” me habíam enseñado).

Ella, tomó mi cara entre sus manos, secó mis lágrimas
con tal ternura, que jamás olvidaré y me dijo:

_Julio, vos tenés algún espejo en tu casa ¿verdad?

_ Sí claro, como no voy a tener ¿y eso que tiene que ver con mi madre?

_ ¡Tiene! Vos observate atentamente en él, mirá el color de tus ojos,
tan negros y tan profundos, mirá tu cabello tan rubio y ondulado…

_ ¿Para qué tengo que hacer todo eso, señora?

_ Porque cuando te mires, vas a estar viéndola a ella, porque
era igualita, igualita a vos, tenía tu mirada y los mismos
reflejos dorados en su pelo.

_ ¿Verdad señora? era así con la cara parecida a mí y
el lunar en la frente, ¿También lo tenía?

_ ¡Claro, cómo no iba a tenerlo!

_ ¡Gracias señora!, ahora sí que voy a escribir sobre mi madre

¡Ah! y su nombre ¿Usted lo sabe? porque nadie me dijo,
nunca, como se llamaba.

_ Sí su nombre era Julia… de qué otra manera podría llamarse...

Ahora que soy un hombre y comprendo, guardo, desde la niñez,
un inolvidable recuerdo de la señora que coordinaba el taller
literario en 5° Año de la escuela 29, porque con su
ternura supo hacerme un poco feliz.