jueves, 2 de diciembre de 2010

IV Concurso de Cuentos Cortos Año 2010

"Carlos Alberto Castellán"

Organizado por el
Honorable Consejo Deliberante
de Mercedes - Pvcia. de Corrientes
2da. Mención en el Certamen.
La Búsqueda
Mi casa quedaba a algo más de cuatro cuadras de la escuela 29, bajando por la calle Avellaneda podía llegar a ella, que estaba ubicada frente a un campito donde, con los pibes, jugábamos a la pelota, a las bolillas a…

Mi caso no era como los otros chicos, bueno, a lo que me refiero es que todos, o casi todos, tenían una madre… También yo debo haberla tenido… Pero doña Juana que me crió desde que era bebé, cuando le preguntaba por aquella, miraba para otro lado y cambiaba de conversación.

No contaba con mi empeño por conocer a quien me dio la vida, y en mi necesidad de encontrarla se basaba mi esperanza, ilusión y búsqueda.

Recuerdo aquella mañana soleada de agosto, en la escuela;cuando llegó la mujer que esperábamos; la vimos por la ventana del aula cuando bajó de su automóvil ¡“Qué suerte, parece más una mamá que una maestra”! No tenía guardapolvo blanco, vestía un pullover rojo de cuello alto, vaquero oscuro y botas negras. Creo que era bonita.

La señora directora la presentó:

_ Alumnos, esta señora es escritora y viene para darles un taller de escritura, espero que
hagan quedar bien a la escuela, comportándose lo mejor posible, ahora los dejo con Cristina.

Nosotros nos miramos sin entender demasiado, pero ella nos tranquilizó preguntándonos:
_ ¿Ustedes saben que es un taller?
Casi nadie se animaba a responder hasta que Luis dijo de mala gana.
_ No,señora, no sabemos. _ ¡No puedo creerlo! En este barrio ¿No hay talleres de ningún tipo?
_ Sí hay un taller mecánico y otro de chapa y pintura….
_Bueno, eso preguntaba.
_ ¡Claro de esos hay!, pero no son talleres de los que dicen que usted va a dar.
_ En realidad lo que quiero saber es si ustedes conocen con qué se trabaja en ese taller.
_ ¡Bah señora! ¿Nos va a decir que usted no sabe? con herramientas, sopletes,
mazas, martillos… ¿Con que otra cosa van a trabajar?
_ Ahí quería llega, en un taller mecánico o de chapa y pintura se trabaja con
herramientas adecuadas, en un taller literario donde se lee y escribe
¿Qué herramientas se necesitarán?
En ese momento levanté la mano y contesté preguntando con temor para no
“meter la pata”
_¿Con libro, lápiz, cuadernos…?
_ ¡Exactamente! esos son los instrumentos que vamos a utilizar, además
de música, fotos, flores…

La señora nos había caído muy bien, se sentaba en el escritorio o en el
suelo, permitiéndonos a nosotros que lo hiciéramos también ; venía
una vez por semana y la esperábamos entusiasmados, más aún
porque ella nos contó que este trabajo lo hacía voluntariamente
sin que nadie le pagara por él.
¡Qué bueno debe ser poder hacer lo que a uno le gusta,
aun sin obtener recompensa material por eso!

El martes siguiente, llegó, con su sonrisa de siempre y un ramo
de flores en las manos, entonces, comenzó a hablarnos de
los sentidos: El tacto, el olfato, la vista… nos repartió una
flor a cada uno y nos dijo que la oliéramos, acariciándola y que
observásemos sus colores y luego escribiéramos lo que
habíamos sentido.
A mi me tocó una rosa roja, salpicadita de puntitos blancos,
muy suave y con un perfume riquísimo. Hice mi tarea y
ella me dijo que estaba ¡muy bien! esto me alegró.

Otro día, trajo fotografías de familia, en algunas, había chicos
con sus padres, en otras, abuelos, una nena con un gato…
esa vez propuso que en la tarea el tema fuera:

“La familia” o sobre alguna mascota que tuviésemos.
Lo pensé un rato y luego me asaltó, otra vez el deseo de
conocer a mi madre, sentí como un calor que me subía
por la cara y, casi enojado, le dije:

_ Sabe señora, me gustaría escribir sobre mi madre,
el color de sus ojos, de su pelo, la tibieza de sus manos…
Pero cómo puedo hacerlo si no la conozco, si me dejó
con doña Juana cuando era muy chiquito…
Por eso se me borró de los recuerdos. Le pregunté a Don Pedro
(el marido de la doña) y me dijo que había muerto
hacía varios años. Quise ir al cementerio y nunca me llevaron…

¿Usted la conoció? pregunté tratando de frenar las lágrimas que
intentaban escapárseme (“los hombres no lloran” me habíam enseñado).

Ella, tomó mi cara entre sus manos, secó mis lágrimas
con tal ternura, que jamás olvidaré y me dijo:

_Julio, vos tenés algún espejo en tu casa ¿verdad?

_ Sí claro, como no voy a tener ¿y eso que tiene que ver con mi madre?

_ ¡Tiene! Vos observate atentamente en él, mirá el color de tus ojos,
tan negros y tan profundos, mirá tu cabello tan rubio y ondulado…

_ ¿Para qué tengo que hacer todo eso, señora?

_ Porque cuando te mires, vas a estar viéndola a ella, porque
era igualita, igualita a vos, tenía tu mirada y los mismos
reflejos dorados en su pelo.

_ ¿Verdad señora? era así con la cara parecida a mí y
el lunar en la frente, ¿También lo tenía?

_ ¡Claro, cómo no iba a tenerlo!

_ ¡Gracias señora!, ahora sí que voy a escribir sobre mi madre

¡Ah! y su nombre ¿Usted lo sabe? porque nadie me dijo,
nunca, como se llamaba.

_ Sí su nombre era Julia… de qué otra manera podría llamarse...

Ahora que soy un hombre y comprendo, guardo, desde la niñez,
un inolvidable recuerdo de la señora que coordinaba el taller
literario en 5° Año de la escuela 29, porque con su
ternura supo hacerme un poco feliz.